lunes, 18 de junio de 2007

El masajista y los pinceles (II Los pinceles)

(Continuación) viene de <>El masajista y los pinceles (I El masajista)

¿Estas bien? – La pregunté.
Uffffffff no te imaginas – contestó-
Pues quédate así relajada, todavía te queda mucha noche para disfrutar…..

Ella obedeció y mientras yo preparaba la continuación de la velada que había preparado para Ariadna, ella yacía disfrutando aún de su orgasmo. Callaba disfrutando y preguntándose a la vez que debía hacer, ¿debía contármelo? ¿Callar? ¿Cómo me sentaría a mi?

Sin decir ni una sola palabra comencé a tirar suave de la toalla que la cubría hacia abajo, lo hacia muy lentamente, sabia que el roce de su borde comenzaría de nuevo a estimular su piel mientras la recorría hasta los pies.

Un escalofrío recorrió su cuerpo, con un respingo arqueó ligeramente su espalda dejando escapar lo que no sé si era suspiro o casi gemido.

El frío del helado de chocolate había excitado su pezón, se había endurecido, excitado de inmediato. En su cabeza se agolpaban las ideas, el recuerdo del desconocido aprovechándose de ella, sabiendo hacerlo de manera que no solo no pudo resistirse, sino que lo deseó con locura. La sorpresa del frío sobe su piel excitándola, la imaginación de lo que vendría después, sintió como se humedecía, como se excitaba, como sabia que esa noche no había hecho mas que comenzar, ¿Qué mas se me podría haber ocurrido? ¿Invitaría de nuevo al masajista? Lo deseaba todo, había despertado su morbo, su deseo, se sentía fuera de si, deseando todo el placer que pudiera recibir, todo el placer que se me ocurriera ofrecerle.

Recorrí su cuerpo, mis pinceles dibujaban su silueta, se deslizaban por las curvas de su pecho como si este no existiera, y fuera el producto de mis pinceladas, como si lo estuviera creando tan perfecto como podía verlo, sus costados eran líneas curvas que erizaban su piel, producían pequeños espasmos en su bello cuerpo, conocedor del camino que seguiría hasta sus ingles.

De cuando en cuando la dejaba probar el sabor elegido en mi paleta, chocolate, menta, fresa, vainilla, nata… se mezclaban en su boca, pintaban sus labios, su cuerpo, notando como su excitación iba en aumento, deseando mi progreso, tal como iba sucediendo, lentamente me iba acercando a su sexo.

Una suave pincelada con sabor a chocolate recorrió sus labios mas íntimos, desde abajo hasta arriba, el frío, el cambio brusco de temperatura, la suave caricia mezclada de helado y excitación robo uno profundo gemido a Ariadna.

Los continuos pases del pincel por su sexo aceleraban su respiración, su cuerpo, tumbado, vendado aún, expuesto a mis caprichos se contoneaba lascivo, gemía deseoso, y tras largo rato de lienzo lo torne a delicioso plato a degustar.

Lamí su labios después de verter en ellos helado derretido, chorreaba por la comisura de sus labios dejándola con un aspecto mas deseable aun, mas sexual, mas lascivo, besé su boca, la lamí y continué el baile de mis labios por todo su cuerpo, recorría sus senos con mi lengua, pellizcando como labios sus pezones, suave con los dientes en alguna ocasión.

Me deleité con el sabor que bañaba su cuerpo, con sus costados, con sus senos erguidos a pesar de yacer en la cama. En ocasiones llenaba mi boca recorriendo su piel y lo vertía en sus labios, y Ariadna como fuera de si me lamía, quería mas, quería lamer, quería que acabara esa tortura lenta, deseaba sexo, ya deseaba sexo, llevaba deseándolo hacía rato ya, su sexo rezumaba ansia, ganas, placer, y se abrió por completo cuando mi lengua lo invadió saboreando la mezcla de chocolate y avidez. Mis manos se perdían en su cuerpo bañándose en el helado que aun cubría parte de ella, mi cara se hundía lamiendo hasta el ultimo rincón de su sexo, sus gemidos inundaban la habitación, nuestro deseo se hacia incontrolable, su orgasmo me atenazó con el interior de sus muslos.

No la deje reposar esta vez, los dos estábamos completamente impregnados, pegajosos, sucios a la vista. Fui brusco a pesar de su sensibilidad, aun sentía pequeñas contracciones en su interior, cuando la penetré con fuerza conocedor del gemido arrollador que exhalaría y exhaló.

No quería dejarla descansar, quería aprovechar la sensibilidad de su sexo. Tras el primer envite me moví con suavidad, acariciándola por dentro y por fuera, besándonos, untándonos con nuestros cuerpos, lamiéndonos, dejando que nuestras lenguas buscaran restos de helado, buscando sabores para compartir en nuestras bocas.

La suavidad no duró mucho, perdimos la razón, las caricias llegaron a embestidas, a la brusquedad, al salvajismo del deseo incontrolado, al placer del orgasmo salvaje y descontrolado esperado por toda la noche…

Después de guardar silencio abrazados, recuperando la respiración, Ariadna me susurro…

He de contarte algo.
¿Solo dime si te gustó?
Si, no pude hacer nada, es que….
Chsssst –la calle con un dedo en sus labios- Me quite la falsa tirita, y vio mi dedo libre de ninguna herida. Me miró con cara extrañada, dudando pero sin saber aun el que. Masajeé su hombro… y fue ahí cuando me miró y después de soltarme un manotazo en el brazo y llamarme carbón, estallo en carcajadas.

Esa noche reímos, recordamos al masajista, continuó larga y muy muy placentera.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace unos días alguien me dijo “tú eres un lienzo sobre el que plasmar arte…”.
Hoy desee ser ese lienzo, hoy desee ser tu lienzo….

galilea dijo...

Han sido los dos tremendamente excitantes... me he imaginado siendo ella y me ha gustado...

Besos húmedos.

Los Tacones Rojos dijo...

ufff!! Una historia muy.... Las fotos son preciosas. Hacen más amena la lectura. Muchos besos.

chaveli dijo...

Que relato tan excitante me erizo hasta los sentimientos mas escondidos.....que imaginacion increible perfectamente increible