domingo, 18 de marzo de 2007

Fantasia o realidad


Habíamos salido a cenar una noche como otra cualquiera... salvo que esa noche ella tenia un regalo muy especial. Le había comprado un tanga con la parte de abajo hecha de perlas.


Ella iba preciosa con un vestido negro acabado en una falda de vuelo que le caía con toda sensualidad por sus caderas. Durante la cena comenzamos a hablar de lo guapa que iba, de como la deseaba, imaginábamos cosas que haríamos luego, le decía lo que deseaba en ese momento. Como sentirla excitada me excitaba aun mas.


La conversación fue creciendo hasta el punto el el que le pedí que me ofreciera sus braguitas allí mismo. Ella se las quitó y me las entregó con discreción, con la misma con la que yo disfrute de la humedad que desprendían.


Le dije que tenia un regalo para ella, pero que debería abrirlo en el cuarto de baño. Ella sorprendida aceptó, y cuando abrió el paquete en los servicios encontró el tanquita que se tenia que poner.


Cuando volvió me confeso que era una verdadera maravilla. Me contaba como a cada paso que daba las perlas le iban rozando su clítoris haciéndola estremecer de placer.


Es evidente que con esa información esa noche no cogimos el coche. Íbamos andando de un local a otro, copa tras copa, roce tras roce, bailamos, y ella en todo momento se encontraba estimulada, y tal como me contaba terriblemente excitada.


Al pedir la ultima copa, los dos rebosábamos deseo, y aprovechando que nos encontrábamos en la esquina de la barra medio protegidos por la columna, no pude evitar comprobar lo que ella me decía: "estoy completamente empapada." Metí mi mano bajo su falda para comprobarlo y mientras lo hacia ella se estremeció, casi deja escapar un suave gemido, lo cual me excito aun mas. Continué acariciándola, veía su cara de perfil y ponía esa cara de placer y deseo que ella pone cuando esta excitada. Cada vez sus caderas, aunque con discreción iban acompañando mas mis caricias. Me di cuenta que al camarero desde la otra punta de la barra, no le pasaba desapercibida la situación.


Era un chico moreno, alto con el pelo corto y con un cuerpo atlético sin llegar a ser demasiado musculado.


Yo la susurraba al oído como el la miraba, como sabia que su cara de placer le estaba excitando, como se notaba en su pantalón su deseo, ella casi gemía, le dije, "mirale a los ojos" le miró, ambas miradas se clavaron y ella dejo escapar un leve gemido de placer mientras disfrutaba su orgasmo.


Cuando volvíamos a casa, nos debatíamos entre las risas de lo sucedido y el morbo que nos daba recordarlo.

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